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jueves, 25 de febrero de 2021

Sin esfuerzo no hay recompensa.

 El otro día en un grupo de esos de facebook donde ando metido, de fotos de mi tierra, Ceuta, donde se juega mas con la nostalgia que con la realidad, vi una foto de una calle que me trae recuerdos no muy agradables precisamente, y no, no es que me pasara ninguna desgracia recorriéndola, si no por el esfuerzo y sudor que eché subiéndola.

Cuando me preparaba para picolandia, curraba de entrenador en un gimnasio, entre otras cosas, preparaba al personal para oposiciones de este tipo, bomberos, municipales, ejército, etc... cuando le vi las orejas al lobo decidí prepararme, pues no te engañes, en un gimnasio si no eres el dueño, te comen las moscas, aunque curres mas que el niño de papá al que le montó su viejo el gimnasio.

Total, fueron nueve meses de estudiar y entrenar, la parte física no la tuve muy complicada, salvo el tema de correr, por lo que un tipo que hacía atletismo e iba al gimnasio me dio unas directrices para mejorar mi velocidad. Uno de los entrenos era con un cinturón de entrenamiento de cuero, al que le ataba una larga cuerda y esta a su vez atada a una caja de plástico, esta caja estaba llena de garrafas con arena de la playa, digamos que pesaba unos cuarenta kilos , pues bien un amigo con el crono me daba la salida para cincuenta metros, por supuesto salías a lo que dabas, pero la caja que llevabas amarrada a la cintura te decía que nanái, hasta que a base de músculo aquello empezaba a arrastrar y salías corriendo con todo ese lastre. Podéis imaginar que cuando hacía la salida sin la caja atada, era un visto y no visto, pues os puedo asegurar que varias series de esas era un verdadero suplicio para piernas y pulmones, terminabas exhausto.

Pero eso no era nada, los sábados nos íbamos a la cuesta de las Carmelitas, una calle empinada como ella sola y con poco o nulo tráfico, pues allí con otro amigo que se preparaba otra oposición no íbamos para hacer series cuesta arriba, salías disparado, pero a los quince o veinte metros tú querías correr, pero las piernas decían que no, así serie tras serie, hasta prácticamente no poder andar.

Pues eso, el otro día pusieron una foto de esa calle, ha cambiado un poco, pero básicamente sigue igual de empinada y aún me pregunto que impulso irracional hizo que me diera esas palizas, lo pienso y me echo a temblar. 

Nueve meses después llegaron los exámenes, este "Cacho de carne que solo vale para levantar pesas", como decía mi jefe por entonces, quedó segundo en Ceuta en los resultados culturales/físicos y ahora viendo venir el retiro en pocos meses, echo la vista atrás y veo que mereció la pena por muchos aspectos.

Y es que cuando un hombre se propone una tarea y tiene una fuerte convicción en lo que es capaz de hacer, no hay barreras que no pueda superar.


La famosa para mi, cuesta de "Las Carmelitas".