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lunes, 11 de diciembre de 2017

Reflexión del día: ¡Que suerte tienes, eres funcionario!

Si lo he escuchado cientos de veces, gente que te mira con cierto desdén, por que tienes un sueldo fijo y ellos no. La mayor parte de las veces paso, otras que me tocan mas la moral les vengo a explicar lo siguiente:

Corría el año noventa y dos, llevaba tres años casado y con una cría y por entonces curraba de entrenador en un gimnasio, donde entre otras cosas preparaba gente para oposiciones, Bomberos, Policía Local, Nacional, Guardia Civil, etc. Claro, la gente que aprobaba me animaba a presentarme, "Oye pepe, no seas tonto y dale caña". Y he de decir en honor a la verdad, que tenía un cien por cien de aprobados, en lo físico se entiende.

Total, que curraba de lunes a viernes y eran nada mas y nada menos que once horas diarias. La única academia que encontré para prepararme, era a las tres de la tarde, o sea, que me quitaba una hora y media de comer para asistir a clases, las cuales daba una huérfana de guardia civil, pues mi primera intención era opositar a la Policía Nacional, pero las academias eran hasta las diez de la noche, hora en la que terminaba de trabajar, así que opté por lo que podía, no por lo que quería. Las clases las daba Merche en una salita de su casa en la barriada del Polígono, todo a base de apuntes, éramos unos cinco o seis los que íbamos y traté de aprovecharlo lo mas posible. Los apuntes yo los grababa en cinta en casa, que en un reproductor con auriculares escuchaba en el trabajo cuando había poco personal, sobre todo por la mañana, por que no tenía tiempo físico para leer apuntes. De esta guisa estuve durante nueve largos meses, sin faltar un día a clases, que me costaban un dinero que quitaba de mi por aquel entonces bajo sueldo. Llegó un momento en que las lecciones me las sabía de memoria, a base de oirlas una y otra vez, y es que desde que con catorce años dejé el colegio y saqué el graduado escolar, nunca había vuelto a practicar nada, era casi empezar de cero, matemáticas, geografía, historia, constitución y un sin fin de temarios que a base de perseverancia logré aprender.

En cuanto al tema físico, no tenía tanto problema, como es obvio, salvo correr, llevaba años sin correr en serio y gracias a un cliente del gimnasio que hacía atletismo, aprendí a correr la velocidad de punteras y enmendar mis fallos y aprender algo de técnica, tuve que coger fondo, velocidad y hacer buenos tiempos, por lo que me busqué una caja de plástico y la llenaba de garrafas con arena, esta caja con una cuerda me la ataba con un cinturón y así cogía potencia en las salidas, o me iba los fines de semana ha hacer series en una cuesta de Ceuta, que le llaman "De las Monjas", la hijaputa cuesta de los cojones, serie tras serie, echando los hígados o corriendo a las cuatro de la tarde, escapando un rato del gimnasio por que a esa hora no había casi clientes, a veces con un sol de justicia, pues a nadie en su sano juicio se le ocurre correr a esa hora. Las demás pruebas sin problemas, las barras, el salto, etc.

Pues si, amiguitos, nueve largos meses, día tras día y mes tras mes, hasta que llegó la hora del examen, primero el cultural, en San Fernando, Cadiz, y lo típico, nervios, incertidumbre, pero cuando me senté y empecé a rellenar recuadros, las respuestas correctas brillaban como luces de Neón, fuí de los primeros en terminar en el examen y cuando unas semanas después pusieron los resultados en la comandancia de Ceuta, mi alegría no pudo ser mayor, era el segundo de mi ciudad, no me lo podía creer, pero quedaba el físico, en Madrid en el estadio Valle Hermoso. Viajamos en el Lada que tenía por entonces mi mujer y yo, nos hospedamos en una pensión y al otro día las pruebas, las pasé todas y con ventaja mas que suficiente, el segundo en velocidad y el cuarto de mi tanda en fondo. Al otro día en Valdemoro los análisis de sangre y la inspección médica. Como andábamos sin dinero siquiera para un hotel, tuvimos que dormir en el coche, al otro día pasé el trámite y viaje de vuelta a casa.

Total, y para no alargarme mas, un mes mas tarde entraba por las puertas de la academia de Úbeda, pero eso es otra historia. Con los traslados tirando de la familia y demás penurias de vivir en la España profunda.

Y llegados aquí, a los que dicen que tengo mucha suerte, yo les pregunto, ¿Que mierda estabas haciendo cuando yo me dejaba los cuernos entrenando y estudiando?.

Que eso, a lo que algunos llaman suerte, yo le llamo tener cojones, o como diría uno que conozco:

¡¡¡HABER ESTUDIAO!!!...
(Merche, gracias por tus clases).

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