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martes, 31 de agosto de 2021

Los romanos, que llevan el pecho de lata.

El señor del castillo conocido como Calvorius Flacidus, no dejaba al soldado ir a vigilar a la almena que quedaba cerca de su aldea en su caballo, por lo que el soldado se tenía que desplazar a la puerta principal del castillo, que distaba muchas leguas de su aldea, con la consiguiente pérdida de tiempo y dinero en forraje para el caballo. Calvorius una vez que se enteró que el soldado había ido a la almena montado en su corcel, fue ipso facto a abroncar al atribulado soldado, haciendo valer que aunque flácido, como su apellido, sus medallas eran las que mandaban y quien mierda era el soldado para ir a vigilar en su caballo.

Poco tiempo después, el soldado viendo la injusticia que se cometía, pues otros soldados que se arrodillaban ante su señor, si tenían la prebenda de poder ir a vigilar en su montura, visitó a un gran mago, que le dispensó de ir a la almena, es mas, ya no vigilaba el puente de entrada y tampoco patrullaba en carruaje.

Ahora el soldado espera su retiro en casa y el señor del castillo el tal Calvorius, allí quedó con su puta madre.


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