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lunes, 11 de septiembre de 2017

Reflexión del día. Calzonazos.

Siempre se les ha llamado así, yo conozco a algunos, seguro que vosotros también, el calzonazos, conocido también como pendejo, es una especie en expansión, voy a intentar explicarlo con un tipo totalmente ficticio como funcionan y como se van degenerando paulatinamente.

Juan Colmenero, es un tipo soltero, separado o divorciado, eso da igual, el tío vive de puta madre, sin cargas familiares o en todo caso con uno o varios vástagos. Los fines de semana sale en moto, va a fiestas, es un cierra bares, se lo pasa bien y es de los últimos en marcharse, también le gusta hacer monte, le gusta patear el campo y hace sus pinitos con la escalada, ya sabéis , esos inconscientes que se cuelgan de una ladera con cuerdas y mosquetones, lo lleva haciendo desde chaval.

Como iba diciendo sale con los colegas en moto y en una fiesta de tantas, conoce a una moza, pongamos que con el mismo o parecido pedigrí, soltera o separada, con o sin críos. La tía no es que sea de portada del Interviu, pero tampoco es fea, del montón. A primera vista es simpática, también le gusta el mundillo de las motos, va a fiestas y se ríe como la que más.
Empiezan a verse mas a menudo y parece que salta la chispa y en un par de semanas salen mas en serio, o sea y para ser mas sinceros, echan los primeros polvos.

Ahora es cuando la cosa se tuerce y de aquella manera. A los pocos meses a Juan se le ve menos por las fiestas, claro que romántico salir con tu churri de la mano por el parque viendo acaramelados la puesta de sol, es mas, cada vez se le ve menos en moto, siempre con su churri, ¡Que bonito estar enamorado!, cuando sus amigos lo llaman para salir, les contesta que no puede, ha quedado con su churri. La otra semana se pasaron por el bar donde quedan habitualmente para echar unas birras y apareció con su churri. Juan se tomó una birra, dos, cuando iba a pedir la tercera, su churri le puso una cara como el baldosín de una morgue y le espetó. ¡Juan, ya está bien!, y Juan como si tuviera el síndrome de Paulov, soltó la cerveza como lava candente. Claro está, aparecieron en coche, por lo visto a la churri, ahora eso de las motos le parece algo peligroso, además el casco le jode sobremanera su peinado y no es plan.

Juan ya no sale al monte, eso de perderse por ahí y subir paredes es de simios, según su churri, los arreos de escalada se le oxidan el en cuartucho de casa y dicen que los ha anunciado en Walpapov o un sito parecido, pues la churri dice que ocupan mucho sitio en el trastero.

A Juan últimamente solo se le ve con la churri, la moto hace meses que no la coge, creo que la quiere vender. Es mas, ya no se pone camisetas negras ni vaqueros, va con polos esos del caballista o el caimán de colorines, por que dice la churri que asusta a sus amigas cuando llegan a casa de visita y las malas lenguas dicen que el bueno de Juan, se ha pegado todo el verano escuchando el "Despacito", por que a su churri le mola mogollón el tipejo ese que lo canta.

Aún nos seguimos juntando en el bar los colegas y alguna vez pasa Juan, eso sí, por la acera de enfrente con su churri del brazo, ya ni siquiera se atreve a mirar hacia nosotros, su churri dice que somos una mala influencia para él y no es recomendable para ella, ¡Que van a pensar sus amigas!.

Me da a mi que la vida de Juan es un puto infierno, pero ¡Joder!, el tío siempre sonríe. La jodía churri tiene una pepita de oro entre las piernas, o un narcotizante, no le veo otra explicación.



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