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lunes, 9 de abril de 2018

Reflexión del día. Hablando de perros.

Soy asiduo de los artículos de Arturo Pérez Reverte, un tío, con seguidores fieles y detractores feroces, que ha influido bastante en mi forma de ver y escribir las cosas. Como decía, acaba de publicar una novela sobre perros, en plan cine negro, cuando pueda la leeré, se titula "Los perros duros no bailan".

Por mi trabajo, a veces me he encontrado con situaciones donde los animales han sido protagonistas, perros y gatos perdidos, cuyos dueños se pasan a denunciar, algunos con final feliz, otros no, vacas y caballos en la carretera, delfines, tortugas, incluso una vez rescaté a un cormorán enredado en sedal y anzuelos, le tuve que echar el chaquetón encima para poder quitarle los anzuelos, con un pico de casi un palmo de largo, no estaba la cosa para bromas. Los casos y anécdotas son para una novela.

La cuestión es que me hace gracia eso de muchas asociaciones protectoras de animales, teléfonos de ayudas y los desgraciados dirigentes de los ayuntamientos, en última instancia, los encargados de velar por los animales domésticos de sus municipios. De la Junta de Andalucía y su guardería del parque, hablamos otro día, que son para echarles de comer aparte, solo algunos que conste, que igual me leen y me pitan los oídos.

Los ayuntamientos cuando aparece un animal perdido, como que se las pelan, al menos donde yo he trabajado, vamos, que se la suda literalmente, se me ha dado algún caso de un perro suelto, que la persona que llamó a mi empresa, para que lo quitaran de la calle, pretendía que me lo llevara en el coche de patrulla. Claro, uno impotente y al no tener solución, opta por sortear el problema, pues , ¿Que coño hago yo con un perro?, no llevamos medios para cogerlo, no tenemos sitio donde llevarlo y en última instancia, ¿No se pensarán que me lo voy a llevar a mi casa?, si, esta es la realidad de los animales sueltos, por supuesto el que se tiene que encargar de esto, el ayuntamiento, ni está ni se le espera.

El caso mas sangrante, fue hace mas de doce años, en un pueblo de la España profunda y agreste, nos llama una vecina, de que en el contenedor de basura hay algo que hace ruido y se mueve, yo de uniforme y un compañero que andaba por el cuartel de paisano, nos dirigimos al contenedor, a unos cien metros del cuartel y efectivamente, dentro había algo que se movía.

Era un perro de tamaño medio, pelaje canela y corto, al cual un malnacido había atropellado y tirado como una mierda al contenedor lleno de basura. El pobre bicho nos miraba moribundo y hecho polvo, con medio cuerpo aplastado. ¿Ahora que hacemos?, ¿A quien llamamos?, .

Sabiendo como estaba el percal, el compañero se acercó a casa por un nueve corto de su propiedad, y piadosamente, le descerrajó dos tiros en la cabeza, y acabamos el problema.

Con el corazón en un puño por la indignación y la impotencia, volvimos sobre nuestros pasos y hasta hoy que me ha venido a la cabeza, no me he querido acordar del asunto.

No os hagáis ilusiones, a la hora de la verdad, no hay nadie a quien llamar.


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