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jueves, 3 de enero de 2019

El viejo carcamal.

Lo escribí hace unos años y lo rescato, por si alguno quiere perder un rato de lectura.


EL VIEJO CARCAMAL.


Estaba a vuelta de todo, mas cerca de ser octogenario de lo que le hubiera gustado, jubilado hace ya bastantes años, Luis dedicaba su tiempo a su segundo gran amor, una Electra, que conservaba desde que se la compró, azul y reluciente, allá a principio de los noventa, después de haber pasado desde su juventud por varios hierros. Recordaba como si fuera ayer, cuando la sacó del concesionario, al fin, después de tanto ahorrar pudo hacer realidad su sueño, y en compañía del amor de su vida, Carla, pudo dar un primer paseo en una Harley con su mujer.
¡Que días mas felices!, ¡Que fines de semana!, visitando lugares, asistiendo a fiestas, conociendo a gente, su primer viaje largo, en verano , durante las vacaciones de julio, en compañía de su esposa, rodando de punta a punta el país, durmiendo a veces en hoteles y a veces bajo las estrellas…..
Carla, se fue, hace ya doce años, no había día que al mirar la moto, no la recordara, con sus botas, su casco y su pañuelo al cuello, 39 años juntos, y un mal día de septiembre, sucumbió, como un gorrioncillo herido, ante el cáncer que la atenazaba con garra de acero.
¡Cómo la añoraba!, se conocían hasta lo mas profundo de su ser, como si fuera uno, la prolongación del otro. Fue un duro golpe, se pegó cerca de un año sin coger la moto, pues siempre le recordaba a su querida Carla.

Ahora rodaba solo, por carreteras secundarias, por el simple placer de hacer kilómetros y kilómetros, casi insensible al cansancio. Ya no le divertían las fiestas, huía de las aglomeraciones de gente, como de la peste, se había convertido con el tiempo en un lobo solitario. A veces desaparecía por varias semanas, durmiendo donde le pillaba la noche, aunque sus huesos le cobraban un duro precio, por dormir en una colchoneta y un saco de dormir militar. Rodaba y rodaba, sin rumbo definido, parando donde el paraje era espectacular, para descansar y admirar la belleza de la naturaleza en silencio, mientras se fumaba un pitillo, hábito que pese a las advertencias de su médico, no había podido dejar desde los quince años, ¡Pero que coño!, ya era muy viejo para cambiar.

Fue en uno de estos viajes, donde por una ironía del destino, se cruzaron en su camino unos tipos, un grupo de indeseables, en fila de a dos, ocupando casi toda la calzada, llenando la misma de orgullo y prepotencia, pasaron como una exhalación junto a el, casi lo tiran de la moto y de milagro, logró frenar en la cuneta, sin llegar a caerse.
Se fijo bien en ellos, eran una veintena, melenudos, sucios, con sus monturas rugientes, en sus espaldas un gran parche con una cabeza de lobo aullando y con sangre en sus fauces, y arriba del logo unas letras en blanco que decían: “Luna Llena”. Se los quedó mirando, mientras aparecían y desaparecían, al pasar por las siguientes curvas.

Pensó, que menuda panda de hijos de puta, casi lo tiran al suelo y no se han dignado a parar, gente sin el espíritu que caracteriza a la gente de la moto, un grupo de mal nacidos.

Total, no le había pasado nada grave, aparte del susto, montó en su Electra y volvió al duro asfalto, para continuar con su ruta.

Como dije antes, el destino a veces nos tiene reservadas sorpresas, a veces agradables y otras como la mordedura de una víbora, tan rápidas y letales, que no te das cuenta donde te has metido, hasta que es demasiado tarde. Así fue que Luis, se cruzó de nuevo en el camino de los “Luna Llena”, o fue más bien al contrario.

En el siguiente pueblo, en un área de servicio, estaban aparcadas las motos de esta manada de nómadas de la carretera. Paró, pues tocaba repostar y de paso tomar un café. Llenó el depósito de la moto, y la estacionó, no lejos del resto de motos.
Al entrar en el bar, un griterío lo inundaba todo, voces hoscas, palabras soeces y mucha cerveza en las mesas. El que parecía ser el líder del grupo, era un tipo moreno y alto, de ojos negros como el carbón, brazos y pecho tatuados y con una gran cicatriz en su mano izquierda, seguramente recuerdo de alguna pelea a navaja, este tipo se mantenía un poco al margen, mirando desafiante a los clientes del bar, y al entrar Luis, le dirigió una mirada despectiva. Luis se dirigió a el y le increpó: “A ver si tenéis mas cuidado, casi me matáis antes al adelantarme, vais a provocar un accidente, os podéis matar vosotros, o lo que es peor, que se mate otro”. Se hizo de repente el silencio, y el jefe de la manada, se adelantó un poco y le dijo: “Oye viejo, a ver si te metes en tus asuntos, no te importa una mierda lo que hagamos, y si no te gusta te jodes, lo que tienes que hacer, es no estar con tu cafetera a paso de tortuga por medio de la carretera, que estás muy mayor para dar el coñazo”, entonces hubo una explosión de risotadas por parte de los demás miembros del grupo, y empezaron los insultos: “Anda viejo, con el parkinson, ve a tomarte la pastillita”, “Abuelo, que estás muy mayor para jugar a guerrero de la carretera, ja,ja,ja,..”.

Comprendió que con esa chusma no había nada que hacer, se fue al otro extremo de la barra y pidió un café solo y bien cargado, como lo llevaba tomando desde que tenía uso de razón, la camarera, una guapa pelirroja le dijo que no les hiciera caso, que solían pasar cada cierto tiempo por allí, y que era gente con la que no convenía tener roces.
Se tomó tranquilamente su café pagó y salió a la calle, al pasar por la puerta aún tuvo que soportar las burlas del alguno de los tipos de las motos.

Montó en su Harley, arrancó y volvió a la carretera, cuando llevaba unos kilómetros, por su retrovisor izquierdo, observó como se acercaba una motocicleta a gran velocidad, se puso a su altura y vio que era el jefe de la banda de motoristas, le miraba con una sonrisa cruel en los labios, y cuando menos se los esperaba le dio una patada que lo sacó de la carretera, allí fue a parar, dando tumbos por la cuneta, la moto por un lado y él por otro, varios golpes en la cabeza, que amortiguaron el casco y rozaduras con piedras del camino, después de varios segundos que parecieron interminables, dejó de rodar por los suelos, e intentó incorporarse, pero de pronto una bota en su pecho se lo impidió, era aquel tipo, que aún no había terminado su trabajo, y mirándolo a sus ojos, le dijo lentamente: “Eh, tú viejo, a mi nadie me llama la atención, y menos delante de mis chicos, la carretera es mía y aquí mando yo, la próxima vez te quito de en medio, espero que me hayas entendido, carcamal”, le escupió a la cara, volvió al asfalto, montó en su moto y dio media vuelta, con un acelerón brutal, dejando tras de sí humo, polvo y olor a goma quemada.

Le costó casi media hora incorporarse, estaba dolorido y magullado, por suerte la chupa de cuero y el casco, le salvaron de haber quedado hecho trizas, le dolía al pecho por el golpe y respirar era un suplicio, pensó que casi seguro se había roto alguna costilla y dio gracias por poder contarlo. Luego lentamente se acercó a su moto, tirada unos diez metros mas allá, su querida máquina estaba como un animal patas arriba, tirando aceite y gasolina, intentó ponerla en pié, pero su espalda y pecho protestaron con un agudo dolor. Al rato apareció un chico en una furgoneta, el cual le ayudó a levantar la moto y llamar a la grúa. De camino a casa montado en la grúa, pensó largamente en el tipo aquel que por poco lo mata, y una idea fue fraguando en su cabeza.
Lejos de denunciar los hechos, mintió al seguro y se inventó una historia de un animal que se cruzó en su camino y provocó el accidente, a el, en el hospital le vendaron el pecho contusionado, y salvo golpes y moratones, nada revistió gravedad, algo que sorprendió a los médicos que le atendieron, dada su edad, pero una vida de arduo trabajo, le había endurecido el pellejo, como el cuero curtido.

Siete meses mas tarde, ya plenamente recuperado, volvió a la carretera donde aquel desalmado casi lo mata, no se dejó ver, dormía en el campo o en casas abandonadas, vigilaba la carretera, su experiencia de varios años cuando joven en el ejército, le había templado los nervios, y era capaz de pasar horas casi sin pestañear, oteando la carretera, vigilando los sitios que probablemente visitaba el grupo motorista.
Y un buen día, “eureka”, casi por casualidad, después de varias semanas, vio a uno de los “Luna Llena” circulando por una carretera comarcal, lo siguió a bastante distancia y vio como tomaba un camino de tierra que se adentraba campo adentro, mas tarde se acerco y vio un garito de madera, donde las motos estaban aparcadas en el patio delantero, y en cuyo interior se oía Rock a todo volumen. Agazapado, se acercó a una de las ventanas laterales, y por medio de un trozo de espejo, atisbó dentro, y comprobó que efectivamente eran los “Luna Llena”, borrachos como cubas, gritando y cantando como energúmenos. Y entre ellos, el mal nacido que casi se lo lleva por delante. Retrocedió y se escondió detrás de una roca, y lo tuvo claro, esa noche pagarían por lo que hicieron.

Espero tranquilamente a que oscureciera, la fiesta, en vez de amainar, fue a peor, pues de la cerveza se pasó al bourbon, a la coca y pastillas varias, lo que dejó fuera de combate o flipados a la mayor parte de la veintena escasa de motoristas.
Ya de madrugada, se decidió, se acercó lentamente a la casa, que seguramente era refugio de esos animales, y tras un breve vistazo por la ventana, vio que la mayoría estaban tirados por los suelos, la música seguía, nadie tenía ganas o fuerzas de apagarla, y vio que su verdugo, estaba sentado en un sillón, con la mirada como ida, seguramente a causa de algún alucinógeno.
Lentamente y sin hacer ruido, atrancó la puerta con un madero, se acerco a una de las motos, cortó el macarrón de la gasolina y llenó una lata de aceite, que había por allí tirada, con las otras motos hizo lo mismo, dejando chorrear gasolina por el suelo. Con la lata llena de 95 octanos, se acerco a la casa y la fue vertiendo alrededor, sobre todo debajo de las dos únicas ventanas, posibles vías de escape, luego dejó un reguero y se alejó de la casa. Cuando estuvo a una distancia que creyó segura, sacó su Zippo y encendió la línea de gasolina, una llama azul corrió veloz hacia la casa, en cuestión de segundos las llamas alcanzaron mas de dos metros de altura, los desgraciados que andaban dentro, ni siquiera se dieron cuenta de nada, hasta que las llamas lamieron las ruedas a las motos, y por efecto dominó, empezaron a explotar una a una, un ruido tremendo surco el aire de la noche que se mezcló con la música a todo volumen y llamas enormes se alzaron hacia la noche estrellada. Los motoristas con el ruido de la explosión, se dieron cuenta demasiado tarde de lo que pasaba, gritos y alaridos de pánico salían del interior, la casa prácticamente era una tea ardiente, pero de pronto como un demonio salido del mismísimo infierno, el jefe, despidiendo llamas por su ropa , la cual goteaba derretida por las mangas, consiguió salir corriendo y en una de las dos motos que quedaron en pié, se montó y salió a toda velocidad por el camino, huyendo del calor infernal que despedía la casa, los compases de “Carretera al infierno”, aún sonaban a todo volumen, como una broma macabra. Dentro ya no se escuchaban gritos, era espantoso ver a aquel tipo como una antorcha humana, camino arriba, con la moto rugiendo, despidiendo trozos de tela y piel en llamas y aullando como un demonio. De pronto, un golpe seco hizo que la moto y el cuerpo siguieran una veintena de metros mas antes de caer humeando, en cambio la cabeza quedó atrás, un cable cruzado entre dos árboles, pusieron fin a la carrera sin rumbo de aquel desgraciado, se acercó sin prisas a donde reposaba la cabeza de aquel tipo, una mirada de sorpresa y horror se dibujaba en la horrible cara medio quemada , y Luis comentó como para si mismo “la carretera es mía y aquí mando yo, nunca menosprecies a un carcamal”.
Sacó su moto de detrás de las rocas donde la escondió el día anterior, y dejando la pira de llamas a sus espaldas, se dirigió lentamente a la carretera, cuando ya empezaba a clarear con las primeras luces del amanecer delante de sus ojos.



Luis, aún sigue ruteando por esas carreteras de Dios, así que ya sabes amigo, si te cruzas con un viejo carcamal en una Electra azul, procura respetarlo, te lo digo por tu bien……


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