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lunes, 17 de abril de 2023

Cosas de la carretera.

   Me levanto, echo una meada y preparo un café, la jefa aún duerme, procuro no hacer ruido, pongo pan a tostar y mientras pongo la mesa para el desayuno, me asomo al patio y el día está espléndido, me voy vistiendo y echando cosas a la moto mientras se termina de hacer el pan, los papeles, el saco de dormir, etc... en fin todos los trastos que lleva uno cuando sale a rutear.

Una vez todo en su sitio, desayuno tranquilo, enciendo la tele-mierda y siguen las mismas noticias de ayer, la apago enseguida, éste país no tiene remedio. Con el estómago lleno y un café solo en el cuerpo se ve el mundo mejor, ya sólo queda ponerme la cazadora, el chaleco encima y saco la moto a la calle, es sábado y está el barrio tranquilo.

Me coloco el casco y me acomodo la oreja izquierda, no se que coño tiene esa oreja que siempre se me queda doblada con cualquier casco que me pongo, será una tara de fábrica, la puta oreja, ya sólo quedan los guantes, tiro del aire a tope, giro la llave tras mi pierna izquierda y a un toque del arranque, se hace la magia, "Brooonnnn", la japuta Honda, mas de una semana parada y arranca del tirón.

Meto la primera y lentamente salgo de mi calle, me escaqueo por el semáforo para no dar la vuelta a tomar porculo en la rotonda y enfilo la carretera, pienso que menudo pedazo de día, no hace nada de frío, pero no agobia aún el calor, tiro dirección Moguer, San Juan y ya sí, autovía hasta Sevilla, me acomodo en el asiento, que tengo mas bajo de lo normal y estiro las piernas en las plataformas, las manos por encima de los hombros, y mas chulo que un ocho acelero hasta unos 110 por hora, tranquilo, pues no hay prisas.

Adelanto a alguno que teme mas a los radares que a su suegra, pero no es plan de ir a 80, otros me adelantan como locos, zumban en el carril izquierdo y los pierdes de vista en segundos, también te encuentras a los subnormales abonados a ese mismo carril, les das luces, les pitas y nada, al final los muy gilipollas se apartan y te dejan pasar, les pones mala cara y te ciscas en sus muertos.

Llegas a Sevilla, las incorporaciones, el tráfico, pero estando atento a los carteles, pillo la salida de la Cartuja y Córdoba, una pechá de rotondas después, vuelvo al fin a pillar la autovía, el parcial me marca mas de 160 kilómetros, hora de buscar una gasolinera, joder, me cago en la puta, o ves varias seguidas o ninguna, así que continúo, con reserva y tal, me quedan lo menos otros 60 kms. para rular. En lontananza veo una de Repsol y ahí paro, lleno el depósito y pillo un botellín de agua, su puta madre, 1,50 por dos buches de agua, los hijos de puta.

Muevo la moto a la sombra y me siento en un escalón, ya aprieta el calorcillo, me quito la chaqueta y me zampo un bocata que me preparó Rosa, mi mujer, jamón y tomates, ¡Joer!, entra solo. Entro y les dejo una meada en el servicio de caballeros de recuerdo y me preparo para salir de nuevo, miro a la salida en el Stop y directo a la tierra Sultana.

Por el camino llevo mi propia banda sonora en la cabeza, canturreo yo solo, canciones que harían huir a los clientes de un karaoke, a veces miro algún paisaje que me llama la atención, allá en lo alto planea un milano, o quizás aquél castillo o convento en lo alto del cerro te hace imaginar la de historias que tendrán sus muros para contar, ya sabéis, todo lo que se te pasa por la cabeza cuando rulas sólo, algunos cuando te adelantan se quedan embobados, mirando al tipo ése raro con los brazos en el cuelga-monos, algunos niños te saludan desde la luneta trasera y por supuesto, les respondes y definitivamente, te sientes a gusto y en paz, disfrutas el momento y parece que los putos astros se han alineado para que seas, aunque por unas horas, el tío mas feliz del mundo.

Como me pierdo hasta en mi pueblo, unos kilómetros antes de Córdoba, paro para poner el Gps del teléfono en el soporte del manillar, ¡Joder con la puta técnica!, me va indicando y me dice la japuta que pille tal salida o haga tal rotonda, de tal modo que me lleva a la sede de Mas Gas a la primera, para mi asombro y alegría.

Cuando llego ya hay un montón de motos, así que busco hueco, quito la llave y fuera casco, guantes y cazadora, que el calor aprieta, alguno me mira con cara de decir: ¿Quién coño es éste?, una vez con los pies en la tierra me dirijo hacia el Club, pero eso amigos, eso es otra historia...




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