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sábado, 24 de septiembre de 2022

Capítulo 10 y epílogo


    A finales de octubre John  Balance y sus compañeros, recibieron la orden de recoger, para se relevados de la primea línea de combate por tropas de refresco y volver a la retaguardia, para tener un merecido descanso en unas posiciones relativamente mas seguras, acopiaron sus escasas pertenencias, faltaba el pelirrojo Willians, días atrás, un disparo de mortero, acabó con su vida. Una vez todo atado, se echaron las mochilas al hombro, recorrieron las miserias de la trinchera, hasta llegar lo más lejos de la primera línea y así esa noche alejarse hacia la retaguardia, aprovechando la oscuridad. Lo que quedaba de su compañía se apiñaba, para así entre todos darse algo de calor, la noche había llegado y esperaban que el sargento les diera paso para poder correr un pequeño tramo y saltar a sitio seguro, debían tener cuidado para no alertar al enemigo, y que lanzaran una bengala, lo que sería su perdición, en campo abierto y a la luz de la misma, serían una presa fácil para los francotiradores germanos.

      Jhon Balance, mientras miraba sus relucientes botas, pensaba como coño había llegado a parar a aquel infierno húmedo y demencial, se había criado cerca de un lugar llamado Coober Pedy en pleno desierto australiano, en una granja, donde subsistían a duras penas con algunas cabezas de ganado y donde la fiebre del oro, había hecho que en 1915 se descubriera un yacimiento de ópalos y los busca fortunas habían llegado de todos lados, el decidió probar suerte con su hermanos y entonces fue llamado a filas, y pasó de vivir en una zona donde las lluvias eran algo insólito, a ser llevado a un lugar donde la humedad y el barro eran un suplicio, en el momento que volviera a casa, rehacería su vida y volvería al yacimiento para intentar en un golpe de suerte, encontrar un filón de oro, o lo que era mucho mejor, de ópalos.

      En estos pensamientos estaba cavilando cuando el sargento les ordenó ponerse en pié y prepararse, los cincuenta metros que les separaban de la otra trinchera, los superarían en grupos de cuatro, hasta ponerse a salvo. En la oscuridad, solamente tenían que correr en línea recta y saltar dentro de la zanja, empezaron los cuatro primeros, salieron al exterior y como centellas corrieron hasta llegar al objetivo, varios grupos después y sin novedad, le llegó el turno al suyo, se desearon suerte, subieron por las escala y a la de tres saltaron, inmediatamente empezaron a correr, casi a ciegas, de vez en cuando el fogonazo de una lejana explosión, arrancaba algo de luz a la oscuridad, ya se veían los sacos terreros de la siguiente trinchera, otra explosión de artillería se oyó algo mas cerca, a su izquierda, de nuevo se iluminó la noche, unos veinte metros quedaban para llegar, el primero de su grupo llego al borde y saltó, ya solo cinco o seis metros le separaban de su destino, los otros tres habían saltado, vio la trinchera puso un pié en el primer saco, se preparó para saltar, entonces todo desapareció, solo llegó a oír en sus últimos segundos de vida un silbido, como de una tetera hirviendo. La mala suerte hizo que un obús de mortero del calibre 245 y de mas de seiscientos kilos de peso, impactara a escasos dos metros de él, el cráter que quedó y se puedo observar al día siguiente medía unos ocho metros de diámetro, la zona de trincheras del impacto desapareció, así como los cuatro del grupo de Jhon, de los que no se encontró nada. Por supuesto con el australiano Jhon Balance se desintegraron un par de botas, de buena factura, bien engrasadas, secas y confortables, del número 42.

 

 

 

EPÍLOGO

 

      La 1ª  Guerra Mundial estalló el 28 de julio de 1914 entre la Tripe Alianza de alemanes, austro-húngaros e italianos por un bando y la Triple Entente por otro lado, formada por ingleses, franceses y rusos, aunque por motivos coloniales y de alianzas, mas tarde Estados Unidos se unió a la contienda, e incluso canadienses, australianos y neozelandeses participaron. Según diversas fuentes aproximadamente murieron unos diez millones de combatientes, y unos seis millones quedaron mutilados, no solo el conflicto en sí causó bajas, las enfermedades, el hambre y las condiciones infrahumanas de vida en el frente se cobraron multitud de víctimas, teniendo en cuenta que no existían aún muchos de los medicamentos que conocemos hoy en día.

      El conflicto finalizó el 11 de noviembre de 1918, y se le llamó “La Primera Gran Guerra

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