7
John Balance y lo que
quedaba de su compañía estaban a mas de cinco kilómetros de donde esta mañana se
preparaban para un ataque, todo el frente, ante la visión del cloro que se le
echaba encima y el bombardeo de gas mostaza, habían saltado hacia el lado
occidental, corriendo por los pasillos o campo a través, para huir de la nube
mortal, los pocos heridos que habían podido trasladar se retorcían de dolor en las
tiendas de campaña, donde los sanitarios poca cosa podían hacer, salvo inyectar
a los mas graves algo de morfina para paliar en la medida de lo posible el
dolor de las terribles quemaduras, ese día cayeron por miles, y mas de la mitad
de los heridos murieron ese mismo día y en los siguientes. A nada temían mas
las tropas que a los gases con los que atacaba el enemigo, el cloro de los
alemanes, como subproducto de los tintes de la industria textil, fue empleado
con éxito, y aunque las bajas directas no eran demasiado elevadas, si lo eran
los afectados y enfermos, no siendo así con el gas mostaza que al ser lanzado
en obuses, quedaba en forma líquida en el suelo y se evaporaba lentamente,
siendo a veces un arma de doble filo para las tropas atacantes, a los que
dificultaba el ataque al quedar la zona contaminada, con el tiempo se crearon
contramedidas para paliar los efectos del gas, como mascaras con filtros, y su
uso no fue tan efectivo.
El mando aliado no lo dudó
un momento y aprovechando que los alemanes habían mordido mas de lo que podían tragar, planearon de forma sorpresiva una contraofensiva y en un ataque
relámpago recuperar lo que el enemigo había conquistado con tan poco esfuerzo.
Las tropas imperiales se encontraron que al ocupar el frente aliado, no tenían
tantos efectivos como para defenderlo con garantías y la artillería en
retaguardia no paraba de bombardear, para así paliar la falta de soldados en
primera línea de combate, así mismo los cañones Pounder de
No hay comentarios:
Publicar un comentario