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domingo, 4 de septiembre de 2022

Capítulo 7

 

7


      John Balance y lo que quedaba de su compañía estaban a mas de cinco kilómetros de donde esta mañana se preparaban para un ataque, todo el frente, ante la visión del cloro que se le echaba encima y el bombardeo de gas mostaza, habían saltado hacia el lado occidental, corriendo por los pasillos o campo a través, para huir de la nube mortal, los pocos heridos que habían podido trasladar se retorcían de dolor en las tiendas de campaña, donde los sanitarios poca cosa podían hacer, salvo inyectar a los mas graves algo de morfina para paliar en la medida de lo posible el dolor de las terribles quemaduras, ese día cayeron por miles, y mas de la mitad de los heridos murieron ese mismo día y en los siguientes. A nada temían mas las tropas que a los gases con los que atacaba el enemigo, el cloro de los alemanes, como subproducto de los tintes de la industria textil, fue empleado con éxito, y aunque las bajas directas no eran demasiado elevadas, si lo eran los afectados y enfermos, no siendo así con el gas mostaza que al ser lanzado en obuses, quedaba en forma líquida en el suelo y se evaporaba lentamente, siendo a veces un arma de doble filo para las tropas atacantes, a los que dificultaba el ataque al quedar la zona contaminada, con el tiempo se crearon contramedidas para paliar los efectos del gas, como mascaras con filtros, y su uso no fue tan efectivo.

       El mando aliado no lo dudó un momento y aprovechando que los alemanes habían mordido mas de lo que podían tragar, planearon de forma sorpresiva una contraofensiva y en un ataque relámpago recuperar lo que el enemigo había conquistado con tan poco esfuerzo. Las tropas imperiales se encontraron que al ocupar el frente aliado, no tenían tantos efectivos como para defenderlo con garantías y la artillería en retaguardia no paraba de bombardear, para así paliar la falta de soldados en primera línea de combate, así mismo los cañones Pounder de 76 mm y 82,5 mm aliados, estuvieron todo el día y parte de la noche machacando el frente alemán, así que esa noche poco o nada descansaron ambos bandos, rezando por no tener la mala suerte de que un obús cayera en su zona de trinchera. John Balance y sus camaradas se guarecían como podían del devastador ataque alemán, arrebujados y rodeados de sacos terreros, viendo como las explosiones iluminaban la noche, como si un fotógrafo loco estuviera haciendo arder el magnesio del flash a lo grande, los silbidos de los obuses pasaban sobre sus cabezas y hacían que los mas novatos pegaran mas el cuerpo al suelo, como si pudieran fundirse con el, a los veteranos ya no les afectaba, pues sabían que era cuestión de cara o cruz de que les tocara el premio gordo. Al grupo de Balance, se habían unido un par de canadienses y unos cuantos británicos, entre bromas y cigarrillos, intentaban pasar la tormenta lo mejor que podían, pues se sabían inútiles en aquellas circunstancias y sobre todo con la noche cerrada encima, todos sabían que mañana sería un día clave y que tenían que exponerse a las ametralladoras alemanas, igual esa era su última noche de relativa tranquilidad, y el nerviosismo se palpaba en el ambiente. La barrera del idioma se saltaba con el chapurreo de alguna que otra palabra y el idioma universal de los gestos, todos sabían que tenían que guardar fuerzas e intentar descansar un poco, pero ni el hombre de nervios mas templados, sería capaz de hacerlo en aquellas circunstancias, mas de una bomba cayó cerca de su posición, arrojando astillas, tierra y barro sobre sus cabezas, el casco era imprescindible, si no querías terminar con la cabeza abierta.

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