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viernes, 12 de agosto de 2022

Capítulo 4

 

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    La rutina se estableció de nuevo, los turnos de guardia, los tiroteos, y en el frente aliado George Smith limpiaba su rifle Ross MK II, casi lo acariciaba, como tirador selecto había sido seleccionado para el pelotón de francotiradores, junto a su observador, el Galés Ronald, formaban un tándem perfecto, en su haber había confirmadas una treintena de bajas enemigas, el mando aliado había tenido que tomar cartas en el asunto, los germanos eran excelentes tiradores, con sus Máuser Scharfschutzen gewerh 98 y sus miras Zeiss de tres aumentos, eran temibles, normalmente cazadores Bábaros, que al principio usaban sus propios rifles de caza, sustituidos mas tarde por armas militares que en la mayoría de los casos, eran perfeccionadas y personalizadas por sus usuarios, lo que hacían de ellos los mas mortíferos y fríos asesinos en la guerra de trincheras. Los nuevos reclutas aliados, tenían la mala costumbre de asomar la cabeza para ver como era el frente alemán, y solo bastaban un par de segundos para volver abajo con un agujero en la frente del tamaño de un dedo anular y otro del tamaño de un puño en la nuca, un primer y último error de novato, otra costumbre era no encender tres cigarros con la misma cerilla, pues era sabido entre los veteranos, que al encender el primer cigarro y ser localizados por el tirador, le daba tiempo a cargar el arma, con el segundo cigarrillo apuntaba y con el tercero, te quitaba del tabaco por la vía rápida. Ronald al amparo de unos sacos terreros, observaba el frente alemán, después de una media hora adivinó que a unos 600 metros había una pequeña grieta entre los sacos y las tablas, tras la cual de vez en cuando se veía pasar la silueta de un cuerpo, se agachó lentamente y le dijo a su compatriota: “Oye, George, creo que he localizado un objetivo, no es muy claro, pero podrías tener una oportunidad de abatir a un “Fritz”, (Apodo que usaban los aliados para referirse a los germanos), “ Dame distancia y posición, a ver que podemos hacer hoy”, comentó George, Ronald, lentamente volvió a su lugar de observación, camuflado y elegido con sumo cuidado, para no ser detectado por los alemanes, “585 metros, dirección oeste, el viento es casi nulo, es justo a la derecha del tronco quemado que asoma por encima de los demás, una pequeña grieta vertical entre un saco y una plancha de hierro, de vez en cuando alguien camina por detrás”, casi a cámara lenta, George fue moviendo su rifle, lo había envuelto en trapos para que no diera ningún tipo de destello o aspecto metálico, pues se sabían observados a su vez por los observadores alemanes, tardó lo que pareció una eternidad en adoptar la posición de tiro, en su mira localizó el tronco quemado, tras unas alambradas, y efectivamente a la derecha, había una plancha de hierro rodeada de sacos terreros y justo en ese sitio había una rendija, seguramente usada como punto de observación, confiando los del otro lado que no fuera descubierta. Se mantuvo en esa posición, en su Inglaterra natal, podía pasarse horas sin moverse, a la espera de una presa, esto era lo mismo, pero con la emoción añadida de que el objetivo a batir, te podía convertir a ti en la presa, si no eras precavido y mas listo que él. 


Pasó cerca de media hora, en la cual estuvo casi apunto de disparar al ver un bulto a través de la ranura, la cual no tendría mas del ancho de una mano de canto, se relajó, sus pulsaciones bajaron, la sangre en las venas se movía lentamente, la mente se despejó y concentro todo su ser en lo que observaba por la mira telescópica, ahí estaba otra vez, una silueta que se movía detrás del parapeto, ajeno en esos momentos al tirador que oculto a unos 600 metros, lo miraba a través de un ingenio óptico, tomo aire, lo dejó escapar lentamente, el gatillo cuyo muelle había modificado para darle mas “dulzura” al disparar, empezó a ceder, de repente el tiro le pilló de sorpresa, como debía ser, la muerte en forma de una bala 280 magnun, cortó el aire y el objetivo murió de un tiro en el pecho aún antes de oír el disparo.

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