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La rutina se estableció de
nuevo, los turnos de guardia, los tiroteos, y en el frente aliado George Smith
limpiaba su rifle Ross MK II, casi lo acariciaba, como tirador selecto había
sido seleccionado para el pelotón de francotiradores, junto a su observador, el
Galés Ronald, formaban un tándem perfecto, en su haber había confirmadas una
treintena de bajas enemigas, el mando aliado había tenido que tomar cartas en
el asunto, los germanos eran excelentes tiradores, con sus Máuser
Scharfschutzen gewerh 98 y sus miras Zeiss de tres aumentos, eran temibles,
normalmente cazadores Bábaros, que al principio usaban sus propios rifles de
caza, sustituidos mas tarde por armas militares que en la mayoría de los casos,
eran perfeccionadas y personalizadas por sus usuarios, lo que hacían de ellos
los mas mortíferos y fríos asesinos en la guerra de trincheras. Los nuevos
reclutas aliados, tenían la mala costumbre de asomar la cabeza para ver como
era el frente alemán, y solo bastaban un par de segundos para volver abajo con
un agujero en la frente del tamaño de un dedo anular y otro del tamaño de un
puño en la nuca, un primer y último error de novato, otra costumbre era no
encender tres cigarros con la misma cerilla, pues era sabido entre los
veteranos, que al encender el primer cigarro y ser localizados por el tirador,
le daba tiempo a cargar el arma, con el segundo cigarrillo apuntaba y con el
tercero, te quitaba del tabaco por la vía rápida. Ronald al amparo de unos
sacos terreros, observaba el frente alemán, después de una media hora adivinó
que a unos
Pasó cerca de media hora, en
la cual estuvo casi apunto de disparar al ver un bulto a través de la ranura,
la cual no tendría mas del ancho de una mano de canto, se relajó, sus
pulsaciones bajaron, la sangre en las venas se movía lentamente, la mente se
despejó y concentro todo su ser en lo que observaba por la mira telescópica,
ahí estaba otra vez, una silueta que se movía detrás del parapeto, ajeno en
esos momentos al tirador que oculto a unos
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