El pasado sábado no pude liarme con esto y publicar, hoy os dejo el segundo capítulo, espero que os guste, si es así, dejadme algún comentario.
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El 13 de octubre amaneció
nublado, frío y lo que es peor, llovía, no a cántaros, sino de forma
pulverizada, una fina lluvia que mas parecía una densa niebla, que gotas de agua,
una maldita lluvia que calaba hasta los huesos y que hacía que la vida ya de
por sí miserable y penosa de la trinchera, fuera un infierno en la tierra, los
cadáveres se pudrían allí donde habían caído, enormes ratas se cebaban en ellos
y algunas , sobre todo las de color marrón eran del tamaño de conejos, no había
sitio, ni tiempo de enterrar a aquellos desdichados , la visibilidad era mas
bien escasa, por no decir casi nula a mas de
Todo fue repentino, en cuestión
de segundos se pasó de una calma casi absoluta a un infierno de gritos y
disparos, los malditos alemanes habían escogido ese día para lanzar un ataque,
los vigías no daban crédito a lo que veían por los prismáticos, en medio de la
densa llovizna, una multitud avanzaba hacia su posición, con las bayonetas
caladas en sus fusiles Mauser, contaban con el fuego de cobertura de las
ametralladoras MG, que con una cadencia de tiro aterradora, no daban aliento a
las tropas aliadas. La locura estalló en la línea de trincheras, los pitidos de
los silbatos y los gritos se entremezclaban, la adrenalina y el miedo casi se
podían oler, Francois que estaba calentándose una lata con estofado, dio un
brinco, se caló el casco de hierro y alcanzó su fusil, todo el mundo caló la
bayoneta, aunque muchos en la lucha cuerpo a cuerpo, preferían una buena pala
de campaña, con uno de los cantos bien afilados, mucho mas ligera y manejable
que el engorroso fusil con bayoneta, incluso un buen cuchillo de monte era mas
aconsejable y práctico, aunque para el alto mando, estas licencias a la hora de
matar al enemigo no estaban bien vistas, pero ¡Qué coño!, ellos no estaban aquí
hasta las cejas de barro, para vérselas con una horda de fusileros germanos
sedientos de sangre.
Todos aguardaban el ataque, los
gritos se oían cada vez mas cerca y los disparos silbaban sobre sus cabezas,
algunos rezaban y se agarraban el crucifijo que salía por el cuello de su
jersey, otros lloraban, incluso mas de uno era presa de un temblor incontrolable,
el sargento se paseaba arriba y abajo dando ánimos y arengando a sus hombres,
ya se escuchaba el retumbar de muchas botas pisoteando el barro, saltando
alambradas y esquivando los disparos aliados, contaban solamente con una
ametralladora Vickers, que se empleaba a fondo, barriendo la ofensiva alemana,
pero eran demasiados, los alemanes estaban mejor y mas equipados equipados con
sus MG,s, el Mariscal de Campo Sir Douglas Haig, dijo en su momento que las
ametralladoras eran armas muy sobrevaloradas, y que dos por batallón eran mas
que suficientes, el malnacido se equivocaba de todas, todas, la prueba estaba
en los alemanes, que hacían de su uso algo letal para el avance de las tropas.
La suerte estaba echada, el sargento dio un fuerte pitido de silbato y todos
saltaron en pos de la muerte o la vida, el dado estaba tirado, y todo dependía
de la valía de cada uno en la lucha, nada mas empezar a subir las escalas de
madera, mas de un soldado aliado, calló acribillado por los disparos alemanes,
aún antes de poner un pié en el campo de batalla, el siguiente apartaba el
cadáver y saltaba, aullando a voz en grito y disparando ciegamente, la
trinchera se vaciaba y todos como en una locura colectiva avanzaban al trote,
ya se les veía claramente la cara a los alemanes y los primeros hombres
chocaron con los mas avanzados y todo se convirtió en un caos, disparos,
cuerpos atravesados por las bayonetas, a la derecha de Francois un soldado
contrario, pisó una mina y voló echo pedazos humantes, todos sabían las zonas
infectadas de minas y trataban de evitarlas, no así los alemanes, los gritos
eran salvajes, era la lucha elemental por la supervivencia, valía todo por
salir entero de aquello, Francois disparó al primer enemigo que se puso delante
suyo, medio hombro se desintegró y el brazo izquierdo del alemán quedo colgando
de un jirón de piel, al acercarse, lo atravesó de parte a parte con la
bayoneta, una vez en el suelo le puso la reluciente bota izquierda en el pecho
y jaló del fusil para sacarle el arma del cuerpo, siguió corriendo, otro
enemigo se le echó encima y a punto estuvo de ensartarlo, justo a tiempo se
agachó y el filo de la bayoneta del Mauser casi le hace una raya en medio en la
cabeza, reaccionó rápidamente y agarrando su fusil por el cañón, y con un
fuerte giro, le propinó un fuerte culatazo al contrario, que hizo hundirle el
cráneo y dejarlo muerto en el acto, miró a su alrededor mientras seguía
avanzando y aquello era una verdadera carnicería, de los suyos iban quedando
cada vez menos, las ametralladoras no daban tregua, los alemanes los superaban
en número y esto unido al ataque sorpresa, había hecho mella en los aliados,
casi sin aliento y viéndose perdido, siguió corriendo, con el corazón en la
boca, solo tres o cuatro soldados estaban, en lo que era ya un ataque suicida,
alcanzando las líneas alemanas, sin mirar atrás dio un gran salto y aterrizó
dentro de la trinchera contraria, la furia lo cegaba, disparó y eliminó a otro,
de repente una punzada de dolor visceral se apoderó de el, tuvo que soltar su
Lebel, miró hacia abajo y un palmo de bayoneta asomaba de su estómago,
comprendió que era el final, su final, de repente todo estalló y se volvió
negro, un certero disparo de fusil le destrozó la cabeza, este fue el fin de
Francois Giroud.
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