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domingo, 28 de agosto de 2022

Capítulo 6

 6


      El día 23, amaneció con algo parecido a un día soleado, de vez en cuando entre las nubes algún que otro rayo de sol se escapaba, el frente aliado bullía de actividad, aviones de reconocimiento habían observado en el bando alemán un reagrupamiento de tropas, se esperaba una gran ofensiva, todo eran carreras, se repartió munición, canadienses, australianos, británicos, franceses y estadounidenses, todos se preparaban para lo peor, órdenes en distintas lenguas se gritaban aquí y allá, durante la pasada noche el fuego de artillería de ambos bandos, había sido cadencioso pero continuo,  casi nadie había pegado ojo, tan solo los oficiales que tenían sus puestos de mando en la retaguardia bajo tierra y rodeados de sacos, habían estado a salvo de los obuses y morteros, al amanecer el fuego había dado una tregua, que ambos bandos estaban aprovechando para ordenar sus filas y prepararse para lo que estaba por venir.

       El lado alemán estaba también en alerta, se preparaban para lanzar otro ataque, dado el éxito anterior, querían seguir ganando terreno, pero hoy contaban con algo que haría retroceder al enemigo sin tener muchas bajas propias, varios depósitos de obuses de fragmentación cargados de gas mostaza habían sido trasladados esa noche a la zona de artillería, en primera línea todos llevaban mascaras de gas y unos grandes cilindros llenos de cloro esperaban ser abiertos, cuando se dio la orden, los especialistas abrieron las válvulas y una nube de color amarillo verdosa fue llevada por el viento hacia las posiciones aliadas, al mismo tiempo se dio orden de disparar los obuses.

      Los vigías aliados observaron con horror, como una nube irreal avanzaba hacia ellos, pegada al suelo, arrastrada por el aire, cundió el pánico, el soldado de infantería australiano John Balance junto a sus camaradas estaba apoyado contra la pared de la trinchera, a la espera de las órdenes del sargento de su compañía, de pronto se empezaron a oír gritos, un olor fuerte empezó a llegar a sus posiciones, los ojos fueron los primeros que empezaron a picar, en segundos la garganta escocía, y una nube de gas amarillenta y verde empezó a cubrirlos, la desbandada fue general, al mismo tiempo los obuses cargados de gas mostaza, empezaron a caer, explotaban y una sustancia semilíquida empapaba a los soldados, que no sabiendo que hacer, se escondían en los últimos y mas oscuros rincones, tapándose la boca con pañuelos, trapos o lo que tuvieran a mano, el elemento químico al evaporarse con el calor corporal quemaba la piel, el dolor era insoportable, intentaban escapar, pero la nube tóxica lo impregnaba todo y acababan cayendo entre convulsiones sufriendo una horrible muerte. Los más afortunados como el australiano John, pusieron pies en polvorosa, aún antes de que se diera la orden de retirada, aquello era el infierno en la tierra. El caos fue total, más de 3000 soldados murieron a causa de los gases, incluso la retaguardia salió despavorida, dejando todas las posiciones a merced de los alemanes, que con sus máscaras antigás avanzaron en un ataque relámpago y ocuparon rápidamente las posiciones conquistadas.

     Petersen y los soldados de su compañía penetraron en uno de los refugios, la escena era dantesca, varios soldados enemigos estaban en el suelo retorcidos, con los ojos casi fuera de las órbitas y con las caras amoratadas, toda la línea de trincheras era un inmenso matadero y mientras unos se encargaban de de vigilar los movimientos aliados, el resto se encargó de sacar de las trincheras los miles de cadáveres y rematar a los que aún daban señales de retorcerse en el suelo. Hasta pasado el mediodía no se pudieron quitar las máscaras, pues el viento reinante se llevó hacia el oeste la nube letal, casi cinco kilómetros de zona aliada había quedado a merced de los alemanes, que habían conseguido un rotundo éxito, el segundo en poco tiempo y habían afianzado sus posiciones en el campo de batalla. Ese fue un largo día, un horrible y largo día, en el que incluso los más curtidos hombres del ejército imperial alemán, habían tenido que hacer de tripas corazón, haciendo que más de uno vomitara el escaso desayuno de esa mañana

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